6 nov 2017

"¡Qué cortejo, Dios mío!"

La ausencia de pan deja al pueblo sin nada que llevarse a la boca. La escasa harina que puede encontrarse adquiere precios inimaginables. El rey, por su parte, se niega a aprobar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El 5 de octubre de 1789 la ira popular marcha hacia Versalles. En cabeza, las mujeres del mercado de Les Halles. “¡Esas Furias del averno!”. El palacio real es asaltado por el populacho. “¡Nada de Versalles! ¡Todos a Paris!”. A partir de ahora Luis XVI y María Antonieta vivirán en las Tullerías junto a su hijo, el delfín de Francia. Madame Campan, dama de confianza de la reina, describirá en posterior libro el momento del traslado real:

“El rey y la reina no salieron de Versalles hasta la una; el Delfín y su hermana, Monsieur, madame Isabel y madame de Tourcel iban en la carroza real. Varios coches de la comitiva iban ocupados por la princesa de Chimay y las damas de palacio, otros por la escolta del rey y el servicio. Cien coches de diputados y el grueso del ejército parisién cerraban el cortejo. ¡Qué cortejo, Dios mío! Esas mujerzuelas precedían y rodeaban la carroza regia, gritando: “¡Ya no nos faltará el pan; nos traemos al panadero, a la panadera y al pinche!”.

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