Benjamin Prado / Infolibre
Se
abre el telón y aparece el Banco de España. ¿Cómo se llama la película? El
supervisor ciego. Porque si aquí casi todos los ladrones han actuado con las
manos libres, saqueando el país a cara descubierta, y algunas entidades
financieras han hundido el barco para convertir a los remeros en náufragos y a
los almirantes y oficiales en dueños de la isla, eso se ha producido en medio
de la pasividad absoluta del organismo que debía controlar la marcha de nuestra
economía y los movimientos de las entidades que nos llevaban al precipicio. El
Banco de España no sólo es que no viese lo que se nos echaba encima, sino que
negó que existiera, quiso tranquilizarnos y lanzó a los cuatro vientos el
mensaje de que no iba a ocurrir nada porque el sistema era fuerte, casi invulnerable,
y por lo tanto no debíamos intranquilizarnos ni tomar precauciones. Cuando las
cajas fuertes se quedaron vacías y los hombres de negro de Bruselas se subieron
al avión, llegaron los rescates, los desahucios, los recortes, el miedo, los
expedientes de regulación de empleo, la reforma laboral que nos ha convertido
en la nación europea donde más ha crecido la desigualdad y aquel vibrante
discurso del gobernador en el que aseguraba que había que aceptar esas medidas
por patriotismo y en que se calló que inmediatamente a continuación iba a
subirse el sueldo. Lo hizo y ahí sigue. No pasó nada.