12 mar 2018

El idealismo en Hitler

“Generalmente, Hitler trata de racionalizar y justificar su apetito de poder. Las principales justificaciones son las siguientes: su dominación de los otros pueblos se dirige a su mismo bien y se realiza a favor de la cultura mundial; la voluntad de poder se halla arraigada en las leyes eternas de la Naturaleza y él (Hitler) no hace más que reconocer y seguir tales leyes: él mismo obra bajo el mandato de un poder superior –Dios, el Destino, la Historia, la Naturaleza–; sus intentos de dominación constituyen tan sólo actos de defensa contra los intentos ajenos de dominarlo a él y al pueblo alemán. El desea únicamente paz y libertad (…) 

 En el instinto de conservación de la especie [Hitler] ve la causa primera de la formación de las comunidades humanas. Este instinto de conservación conduce a la lucha del fuerte que quiere dominar al débil y, desde el punto de vista económico, a la supervivencia del más apto. La identificación del instinto de autoconservación con el deseo de poder sobre los demás, halla una expresión particularmente significativa en la afirmación de Hitler, según la cual “la primera cultura de la humanidad depende, ciertamente, menos de los animales domésticos que del empleo de pueblos inferiores” (…) Cuando vivía en Munich, todavía completamente desconocido, acostumbraba a despertarse a las cinco de la mañana. Había “adquirido el hábito de arrojar pedacitos de pan a los ratones que se hallaban en la pequeña habitación, y mirar como estos graciosos animalitos brincaban y reñían por aquellos pocos alimentos”. Este “juego” representaba en pequeña escala la “lucha por la existencia” darwiniana (…) 

 [Pero del mismo modo que existe el deseo de ejercer poder sobre las personas, existe, entre los débiles, el deseo de someterse]. Se les repite continuamente: el individuo no es nada y nada significa. El individuo debería así aceptar su insignificancia personal, disolverse en el seno de un poder superior, y luego sentirse orgulloso de participar de la gloria y fuerza de tal poder. Hitler expresa esta idea con toda claridad en su definición del idealismo: “Solamente [escribe en Mein Kampf] el idealismo conduce a los hombres al reconocimiento voluntario del privilegio de la fuerza y el poder, transformándolos así en una partícula de aquel orden que constituye todo el universo y le da forma”. (…) 

 Para él, el poder superior al que se somete es Dios, el Destino, la Necesidad, la Historia, la Naturaleza. En realidad todos estos términos poseen el mismo significado para Hitler: constituyen símbolos de un poder dotado de fuerza abrumadora. (…) La derrota en la guerra de 1914-18 significa, según él, “un merecido castigo debido a la retribución eterna”. Las naciones que se mezclan con otras razas “pecan contra la voluntad de la eterna providencia”, o, como dice en otra parte, “contra la voluntad del Creador eterno” [siempre en Mein Kampf]. La misión de Alemania está ordenada por el “Creador del Universo”. El Cielo es superior a los hombres pues felizmente a éstos se los puede engañar, en cambio el “Cielo no puede ser sobornado”. 

  • Eric Fromm / Miedo a la libertad

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